domingo, 23 de octubre de 2011

La Cita



Allí está, puedo verla. Ha pasado tanto tiempo…

No puedo acercarme y dejar que me vea. Comenzaría un interrogatorio demasiado complicado. Sería un golpe duro enterarse de ciertas cosas, aceptar lo inaceptable.
Pero sé que me está esperando. Así fue acordado, este día, a esta hora.

Se ve desolada. Quisiera abrazarla, consolarla. Explicarle que no estaba equivocada, que no está equivocada.

Se quedará un rato esperando, y no tiene sentido seguir observándola, si no puedo hablarle.
Se me ocurre hacer algún ruido para que voltee y me vea. Pero no debo. Es mejor así.

Ella sabe que no voy a presentarme, pero aún así me espera. Necesita saber.
Conozco cada gesto en su rostro, y qué está sintiendo ahora. Puedo ver qué está pensando. Y hasta creo que no gira su cabeza para no obligarme a descubrirme.

Tengo mucho para decirle, cosas que realmente la aliviarían y, tal vez, cambiarían su rumbo. Tal vez sí, le serviría la información, tal vez…

No, calma. No tiene sentido dejarse llevar por la emoción de verla. No es cierto que pueda ayudarla. No puedo permitirme esa debilidad.

¡Pero Dios, Cuesta! Ahora siento sus lágrimas.
Desea tanto hablar conmigo, está tan perdida…

Este encuentro fue planificado hace demasiado tiempo.
Lo recuerdo muy bien, fui yo quien puso la fecha. Fui yo y fue ella.

Me prometí que el día que cumpliera 20 años, en esta plaza, en ese banco, me esperaría a mí misma. A mi yo del futuro, que vendría para decirme todo lo necesitaba saber.

Ahora estoy aquí. Mirándome.    
       
Y aún no me decido…

PAULA DI CROCE

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