miércoles, 14 de julio de 2010

Amo correr


No parece, pero volver a correr después de un tiempo, produce sensaciones encontradas. Más si la última vez que corrimos, no tuvo un final del todo feliz.
Lo primero que cuesta, es tomar la iniciativa. Salir de nuestro cómodo y reconfortable lugar, y enfrentar ese momento. A veces las personas, después de una experiencia que dejó un sabor amargo, optan por la negativa a volver a intentarlo. El torbellino de recuerdos los paraliza.
Luego, si superamos esa barrera psicológica, nos encontraremos en ese instante en donde el tiempo transcurrido nos demuestra lo fuera de estado en que estamos. Principalmente nos damos cuenta que no sabemos como empezar. Parecería que nos haría falta una guía de instrucciones como las que aparecen en “Historias de cronopios y de famas”, del genial Cortázar (recomiendo el “Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, particularmente). Eso sí, una vez que tomamos envión, nos acordamos automáticamente como era todo. Como si nunca lo hubiésemos dejado de hacer, como andar en bicicleta.
Después de esa primer etapa controversial, viene la segunda; mucho más hermosa e ideal, en donde comenzamos a disfrutar. Cerramos los ojos y nos reímos por dentro. Sabemos que estamos disfrutando ese momento, tan deseado y esperado; tan lejano, pero tan cercano en el presente. Tal vez, en algún pasaje nos falte el aire, o no sepamos cómo respirar, pero rápidamente retomamos el curso, y seguimos disfrutando con plenitud. Al cabo de unos minutos nos sentimos completos, realizados. Nos damos cuenta que no era tan difícil, solo teníamos que tomar la decisión y concretarla.
A veces pienso que correr y enamorarnos, o simplemente besar a otra persona, tienen muchos puntos en común. Muchos más de los que pensamos.
CÉSAR EDERY