miércoles, 19 de septiembre de 2012

Perros y gatos

Es extraño, pero una vez que te das cuenta, se aclaran varias cosas. Y además te parece que es una verdad que estuvo siempre frente a tus narices, pero nunca te habías dado cuenta. Sólo basta con caminar las calles de cualquier ciudad y tan sólo observar, levantar los ojos del piso, y enfrentar la realidad.
Las personas en situación de calle, los indigentes, los cirujas, los crotos -o cómo más te guste llamarlos- tienen una particularidad específica: las mujeres se rodean de gatos y los hombres, de algún que otro perro. Es así, no hay medias tintas. No recuerdo haber visto alguna vez un hombre en ésa situación particular con un felino como acompañante. Y a una mujer tampoco la asocio con un perrucho. Es raro, y nos obliga a pensar y a recordar, pero la línea de pensamiento va en esa dirección. Y la explicación también puede llegar a dificultarse, pero podría sintetizarse –de manera simplista, bárbara y hasta apresurada- de la siguiente forma:
Las mujeres eligen la compañía franelera y mimosa de los gatos, aunque ésa relación sea momentánea y distante, y aunque ésa compañía felina se distancie y no necesite realmente del afecto humano para sobrellevar sus días. En contrapartida, los hombres y los perros se acercan y crean otro tipo de relación. Una relación de compañerismo y necesidades mutuas, de afecto y de camino compartido. Podríamos llamarla –sin extrañarnos- una relación de amistad.
¿Es descabellado lo planteado? No se, pero cierra los primeros cabos sueltos por lo menos. ¿Podríamos analizarlo un poco más a fondo? Seguro, pero por hoy, esto es lo que puedo dar. Más no. El refrán indica que no hay que pedirle peras al olmo. Pero quien te dice… Tal vez en un futuro las peras caigan de los olmos, los perros y los gatos vayan juntos en una vereda y aquel hombre le tome la mano a aquella mujer, y puedan recorrer algunas calles juntos, haciéndose compañía. 

CÉSAR EDERY