domingo, 31 de julio de 2011

Favoritos: QUIERO CANTARTE UN BESO

Una nueva sección, una nueva puerta que se abre. 
Y una nueva oportunidad para conocer y difundir a diferentes artistas. 
En este caso, la poesía de Silvio Rodríguez, favorito de Paula Di Croce:
 
  
Quiero cantarte un beso
Más todo se confunde
entre un millón de huesos
y derrumbes
así que el beso huye
con ojos de reproche
mientras la sangre fluye
por las noches
 
La muerte se ha regado
por toda la pradera
a aquel que la ha sembrado
¿Qué le espera?
dicen que el responsable
nunca ha gastado cuernos
sino un traje impecable
en los infiernos
 
Y vuelve la necesidad
de repasarme dónde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
 
La esfera agonizando
todos los días explota
y nadie está mirando
que está rota
35 mil niños
mataron ese día
la tele no hizo un guiño todavía
 
Y vuelve la necesidad de repasarme dónde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
 
Grandes ilusionistas
con hazañas de alarde
dicen que son altruistas
los cobarde
mientras el poderoso
más ordena y más traga
y el pequeño ripioso
siempre paga
 
Y vuelve la necesidad
de repasarme dónde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
 
Creí que nadie estaba
que nada respondía
pero el amor velaba todavía
y el viejo centinela
en medio del desierto
prendió infinitas velas
por los muertos
 
Y vuelve la necesidad
de repasarme dónde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
 
Y vuelve la necesidad
de repasarme dónde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
y si se ha visto hoy
 
 
quiero cantarte un beso
más todo se confunde
entre un millón de huesos y derrumbes
así que el beso huye
con ojos de reproche
mientras la sangre fluye por las noches
 
La muerte se ha regado
por toda la pradera
a aquel que la ha sembrado
¿qué le espera?
 
Dicen que el responsable
nunca ha gastado cuernos
solo un traje impecable
en los infiernos
 
Silvio Rodríguez
 

viernes, 15 de julio de 2011

La muerte estaba ahí

La muerte estaba ahí. Escalofriantemente cerca como para que nos viéramos y cruzáramos miradas, pero por suerte, suficientemente lejos para sentir su presencia sin alarmarme del todo. Había aparecido ya hacía dos días, y no había lugar en el que no la viera detrás de alguna puerta o entre medio de la multitud.
La verdad es que no tiene el aspecto que cualquiera esperaría encontrar al verla. No lleva capa ni capucha negra, ni tiene la guadaña en la mano. Sino que uno puede percibir su condición de una manera muy sencilla. La muerte te dice que es ella al mirarte. Puede ser un chico, una mujer o un anciano. Puede ser cualquiera. Pero te das cuenta. Te interpela de una manera de la que no hay forma de escapar. No podés hacerte el tonto.
Al principio no lo tomé como un problema. O mejor dicho, no pensé que fuese un problema. Con menos de 30 años no podría pasarme nada. Comencé a imaginar mi propio final, pero lo hacía como un juego. Imaginaba cayéndome de las escaleras, o siendo asaltado y asesinado; y hasta llegué a pensar en un probable suicidio. Pero no, eso no era para mí. En realidad todo era para dejar de pensar en la muerte. Hasta que la ficha me cayó de una vez por todas, y en ese instante, la cabeza estalló. Ahí no pude dejar de pensar en mi muerte. En la muerte real, para siempre.
Entonces la encaré. Fui decidido y le pregunté qué necesitaba. Por qué me miraba, y  cuándo sería mi fecha. Y el verdadero problema apareció en ese instante. La muerte venía a informarme que, en primera medida, no me iba a morir, sino que viviría el resto de los días de la humanidad venidera. Sería inmortal. Pero también, y lo peor viene acá, había sido seleccionado para ser su nuevo empleado. Ser uno más en el batallón de los que van en busca de futuros decesos, ser uno más de los que buscan la muerte ajena.
Y aquí estamos, yo contándote mi historia, y tú, demasiado atento.
Pasemos a lo realmente importante…

Autor: CÉSAR EDERY
Correctora de textos: PAULA DI CROCE