viernes, 29 de enero de 2010

Extracciones EL TÚNEL


EL TÚNEL (1948) de Ernesto Sábato


De la novela que cuenta cómo Juan Pablo Castel es asediado por el amor y la muerte con una imperceptible frontera, y se mete dentro de sus oscuros pensamientos tan llenos de locura, celos y mentira; a continuación leerán algunas frases resaltadas y recomendadas:


• “…Mi cabeza es un laberinto oscuro. A veces hay como relámpagos que iluminan algunos corredores…”


• “…Si pudiera decir con palabras claras lo que siento, sería casi como pensar claro. ¿No es cierto?...”


• “…me emocionan los detalles, no las generalidades…”


• “…María hace con rapidez, cosas que no cambian la situación. Como alguien que estuviera parado en un desierto y de pronto cambiase de lugar con rapidez…”


• “…No se resuelve el problema del mendigo con un peso o un pedazo de pan. Sólo resuelve el problema psicológico del señor que compra así, su tranquilidad espiritual y su título de generoso. Júzguese hasta que punto ésa gente es mezquina cuando no se decide a gastar mas de un peso por día para asegurar su tranquilidad espiritual y la idea reconfortante y vanidosa de su bondad…”


• “…Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos…”


• “…por su rostro comenzaron a caer lágrimas silenciosas…”


• “…No te pongas aburrido, por favor. ¿Cuándo aprenderás a disimular tus conocimientos?...”


• “…iba haciéndome a la idea de aceptar su amor así, sin condiciones, y más me iba aterrorizando la idea de quedarme sin nada. Y de ese terror fue naciendo y creciendo una modestia como sólo pueden tener los seres que no pueden elegir…”


• “…No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos; a nuestros destinos…”

lunes, 25 de enero de 2010

La Imagen



Un día La Imagen se dio cuenta de que era partícipe de un sueño, que era la representación de alguien en un sueño. Entendió que sus recuerdos, eran en realidad los sueños de otro ser. Alguien totalmente desconocido.
A partir de ese momento, sus días cambiaron. Toda su dedicación iba a estar puesta en la búsqueda del soñador, en encontrar al dueño de su vida, en conocer al dueño de sus ojos. La primera reacción fue recordar, pero la mayoría de las imágenes eran borrosas. Cuando la imagen provenía de su mirada, las cosas eran claras; pero cuando él entraba en el cuadro, cuando se veía de cuerpo entero en el sueño mismo, su rostro era difuso. La segunda alternativa fue el espejo, pero tampoco resultó. No lograba ver nada. No es que él no estuviera en el espejo, sino que no reflejaba nada. Era como una ventana sin paisaje, como un agujero sin final, la oscuridad total.
Lo único que tenía en su mente era el presentimiento, la certeza de que, cuando encontrara al soñador, se daría cuenta al instante, algo cambiaría en su interior, una alarma sonaría en su cabeza. Entonces emprendió la búsqueda.
Recorría las calles mirando a todos, fijando su vista en los ojos de cada persona que se cruzaba; caminando ciudades, pueblos, playas, paisajes desiertos y los lugares menos pensados.
Así transcurrieron días, meses y hasta años. Su esperanza fue desapareciendo a medida que pasaba el tiempo, y su búsqueda le fue dejando lugar a su antigua vida, aquella en la que no sabía de él como Imagen, ni del otro como soñador. Volvieron a pasar años de ésta vida extraña, pero normal; ésta vida de trabajo diario, de desayuno, almuerzo y cena; y otra vez desayuno, almuerzo y cena.
Tuvo días malos en los que perdió algún trabajo, discutió con cierta efervescencia, o puteó en un grito ahogado al martillarse un dedo o cuando se le quemó la comida. También tuvo momentos excelentes, como ver amanecer en la playa, reírse a carcajadas, o el día que se enamoró...
Ése fue el punto de inflexión. Lo que tanto había buscado estaba ahí, frente a sus ojos. La mujer que besaba todas las mañanas, la que compartía sus almuerzos, con la que muchas noches había hecho el amor era la dueña de sus días. Ella era su soñadora, la persona que lo soñaba noche tras noche, que lo tenía como protagonista principal de sus sueños. Pero La Imagen nunca se dio cuenta, siempre pensó que esa extraña sensación que sentía en el estómago al besarla, y al mirarla a los ojos, era lo que todo el mundo llamaba estar enamorado.
Autor: CÉSAR EDERY
Correctora de textos: PAULA DI CROCE

martes, 19 de enero de 2010

Extracciones LOS PREMIOS


LOS PREMIOS (1960) de Julio Cortázar


Estas son algunas frases extraídas de la novela que cuenta un par de días en la vida de los ganadores de un viaje de placer, que rápidamente se ven envueltos en un misterio disparatado:


•“…cuando a uno lo sacan de sus hábitos, es como el pescado fuera del agua…”


•“…Hay casi una perfección en la forma en que actúan dentro de sus posibilidades, sin la menor sospecha de que el mundo sigue mas allá de los tangos y de Racing…”


•“…Dispongo de una serie de respuestas: para los días de sol, para las noches de tormenta…una surtida colección de máscaras y detrás, creo, un agujero negro…”


•“…Oh, las máscaras. Uno tiende siempre a pensar en el rostro que esconden, pero lo que cuenta es la máscara, que sea ésa y no otra. Dime qué máscara usas y te diré que cara tienes…”


•“…La historia humana es la triste resultante de que cada uno mire por su cuenta…”


•“…por mi parte no sólo no tengo acciones sino que casi no las cometo. Vivo en inacciones…”


•“…y tenía una incómoda inconciencia de ser mirado y no estar a la altura de esos ojos fijos…”


•“…Estamos en un zoológico en donde no somos visitantes…”


•“…decía tales cosas que yo las anotaba para mostrárselas a la mañana. ¿Porqué asustarlo con ese espejo inesperado? Tenemos tanto miedo a las irrupciones, a que se nos pierda el precioso yo de cada día…”


•“…Todo se convierte en puro futuro, de golpe hay que ponerse a vivir para y por el futuro…”


•“…No hay como la excesiva claridad para dejarlo a uno ciego…”


•“…Ah, no empecés con el catálogo de tus exigencias…”


•“…Sos mas sensata hablando de literatura que de sentimientos…”


•“…con un gesto en el que la torpeza se aliaba a una fuerza considerable…”


•“…La física es ilusoria, una cosa es que vos estés cerca de mi, y otra… Las cintas métricas se hacen pedazos cuando uno pretende medir cosas como estas…”


•“…Una ausencia eternamente presente, una carencia llenando el corazón y los sentidos, un vacío infinito en el que ella caería con todo el peso de su vida…”


•“…-¿No le tenés respeto a la muerte, vos?
-La muerte no me va a tener respeto a mi…”

domingo, 10 de enero de 2010

La decisión














Finalmente se hundió bajo el mar. Después de ser golpeado por una ola tras otra, desapareció en las aguas saladas a medianoche.
Carlos Fond había decidido suicidarse esa misma tarde, cuando la oscuridad la transformaba en noche.
Hacía varias semanas que no estaba bien. No comía, no dormía. Tampoco vivía. En los últimos días había dejado de ir al trabajo y ya no atendía el teléfono. La separación definitiva de su mujer lo tenía a mal traer, pero no poder ver a su hija Mercedes era lo que realmente lo afectaba. Le sacaba infinitas lágrimas de sus ojos, y también del corazón y del alma. Ya no sabía cómo llorar, pero no podía parar de hacerlo. Y tampoco podía parar de tomar de esa botella. De esa y de las otras. La bebida lo transformaba, o lo desnudaba, según cómo se mire. Lo hacía gritar, putear y hasta golpear. Hacía meses que maltrataba a su mujer. La última vez que vio a su hija fue el día que le pegó con el revés de la mano derecha.
Esta tarde, mirando un portarretratos con la única foto que tenía de Mercedes, volvió a llamar a la casa de sus suegros. Era la décima vez que telefoneaba y no contestaban. Ayer tampoco lo habían hecho, como el resto de los días desde que se habían escapado de él. La depresión le venció el brazo en la pulseada de estas últimas horas de soledad, y salió decidido hacia la playa.
Caminó veinte cuadras con la mente maquinando sin parar, cruzó la Avenida Costanera y sus pies tocaron la helada arena de medianoche. El remolino mental paró de repente. Se dio cuenta de que estaba descalzo, y de que en la mano todavía tenía el portarretratos de su pequeña. Lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón, y caminó hacia la rompiente. La primera ola le golpeó las rodillas, y para la segunda, su cuerpo ya estaba con el agua hasta la cintura. Carlos sintió que el mar estaba fuerte y que cuando las olas volvían de romper en la orilla, lo chupaban hacia adentro. De repente se zambulló debajo de una montaña de agua y nadó hasta que los brazos le dijeron basta. Giró su cuerpo y todavía divisaba la arena seca alumbrada por la luz de la luna. Sus piernas habían dejado de patalear varios metros detrás. Estaba agitado y no dejaba de tragar agua, pero no sabía qué hacer.
Su cabeza empezó a correr desaforadamente otra vez, y las imágenes se repetían sin cesar. Pensaba en su hija y en su mujer. Recordaba los ojos llorosos de ellas después del cachetazo y como desaparecieron detrás de la puerta. Cada vez que escupía el agua salada que se le metía en la boca, volvía a recordar. Eran como puntos y aparte en esa sucesión de imágenes. El instinto por mantenerse a flote empezó a flaquear, y Carlos Fond se desesperó cuando su cabeza se hundió y le costó responder. Al instante salió a la superficie, respiró como nunca lo había hecho en su vida y divisó, a un poco más de un metro, la foto de Mercedes flotando sobre una pequeña ola. Estiró el brazo para recogerla, pero el peso muerto de la mano al caer al mar hizo que se hundiera nuevamente. Esta vez, los segundos que estuvo inmerso, le parecieron horas. Luchó varias veces por alcanzar el portarretratos, pero el cansancio pudo más. Miró como se hundía para siempre, sin poder hacer nada, y se dejó morir.
Un par de minutos después sintió que sus pies tocaban la arena. Donde hizo pie, una ola lo golpeó en la nuca y lo revolcó hasta la orilla. Se quedó tirado varias horas en ese lugar, mientras la marea lo rozaba cada tanto.
Los rayos de sol comenzaron a molestarle en los ojos llenos de arena, y se incorporó lentamente. Lo primero que pensó fue en Mercedes. Sintió el gusto salado de las lágrimas que tocaban sus labios, y empezó a correr hacia el centro comercial de la ciudad.
Exactamente a las siete menos diez, sonó el timbre en la casa de los suegros de Carlos Fond. La madre de Mercedes alzó a su hija, y juntas fueron hasta la puerta para ver quién podría ser a esa hora de la mañana.
Autor: CÉSAR EDERY
Correctora de textos: PAULA DI CROCE