La
muerte de mi viejo me encontró hace un mes en la terminal de micros de
Olavarria. Y más allá de que el día anterior había estado con él, me sentí
lejos; no por la distancia concreta sino por la lejanía sentimental del momento
en sí. Lejos de mi vieja y mi hermana para abrazarlas e intentar contenerlas. Y
lejos de mi viejo para decirle una vez más que lo quería.
La
noticia me llegó esa mañana vía celular, y por supuesto, me sacudió
enormemente. El final era sabido y el camino recorrido en los últimos meses
anunciaba ése desenlace, pero igualmente sentí un dolor que nunca había
sufrido. La muerte no me había llegado tan cerca nunca. Cuando tuve que hacer
algunas llamadas telefónicas casi no podía hablar, me quebraba, se me anudaba
la voz. Ahí me di cuenta que además de que suceda (como la única certeza del
ser humano), también es muy duro hablar sobre la muerte.
Me
subí al primer micro que salía para Retiro y esas próximas cinco horas fueron
tristes pero positivas, porque me ayudaron a pensar mucho sobre mi viejo. Los
últimos 4 meses habían pasado muy rápido y habíamos presenciado los cambios no
solo físicos sino también en la lucidez de él. Y esa mañana por mi cabeza
se entremezclaban momentos recientes con otros recuerdos de años atrás.
Llorarlo y recordarlo en ese viaje me hizo bien.
Por
la tarde, después de estar con mi vieja y mi hermana; con mi mujer le contamos
la noticia a nuestros hijos. No fue nada fácil, pero ellos lo entendieron de
una manera especial. Se sorprendieron y se quedaron pensando, pero empezaron a
recordar los momentos lindos vividos con él, y esa situación fue un puñal en el
corazón que también alivió el momento. Una tristeza que comenzó a
cicatrizar con y por ellos.
Y
hoy, mientras escribo esto, vuelvo a sentir aquel nudo en la garganta y siento
las mismas ganas de llorar. Pero también pienso en todo lo vivido con mi viejo
y me siento mejor. La música negra, los instrumentos y las grabaciones juntos.
La política, los libros y la segunda lectura siempre. El futbol, Racing y el
Cilindro, como excusa para estar más tiempo juntos. La familia, las charlas y
la palabra siempre por delante de cualquier otra reacción. Y la perseverancia,
la educación y la pasión como guías para cualquier emprendimiento. Lo pienso, y
todo eso era él; y eso también soy yo.