El
primer beso es todo. Es deseo y realidad;
es
la mezcla de sensaciones que hay que saber apreciar.
Pequeñas
variaciones que podemos llegar a diferenciar
poco
a poco al difrutarlas, al sentirlas con los ojos cerrados.
Las
tensiones y los miedos del momento previo suceden
mientras
esa lucha de mariposas y arañas en el estómago,
te
hacen desear ése beso como único horizonte,
como
el aire que respirás a cada momento.
Los
segundos que preceden aquel beso parecen eternos,
pero
se aceleran por la propia motivación
de
la búsqueda de esos labios que serían el edén;
un
oasis en donde al llegar querrías quedarte por siempre.
Y
el momento del contacto primario
parece
una implosión que sacude tus sentidos,
porque
si hasta ese momento tu mente caminaba en línea recta;
a
partir de allí, se dispara en distintas direcciones.
Ése
dulce choque te quita el aire y
te
hace morir para renacer a cada segundo.
Te
hace convivir y compartir con el otro
aquel
momento de sabores y sentidos profundos
La
vista cegada por tus parpados
hace
que todos tus sentidos esten mucho más vivos,
permitiendo
a su vez que tu pensamiento y tu imaginación
se
entrelacen definitivamente, creando nuevas sensaciones.
Pero
el beso no es sólo un beso.
El
beso es el contacto, son los labios y la mente
En
ése instante no hay nada; ni otros ni mundo,
porque
el beso es el mundo en sí mismo
Y
si al abrir tus ojos puedes observar la miel en los suyos
y
ver el sol que resplandece sobre ellos;
no te detengas a pensar mucho más que eso,
es un beso que ha pasado y pasará por tus labios.
CÉSAR EDERY
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