¿Podría enamorarme de alguien que no
conozco
y no sé si existe más allá de mis
pensamientos?
¿Podría fascinarme con unos ojos que
nunca me miraron,
de unos labios que no besé o de una
caricia que nunca fue?
¿Podría pensar que mi amor se deposita
en ésa persona
sin siquiera haberla visto sonreír
ni una sola vez?
¿Podría desear soñar con que ése
amor me envuelva,
pero con algo de temor a despertar y
que se esfume?
Continuamente describo su figura en
un cielo limpio y celeste,
dejando una huella de nubes con el
paso de mis manos.
Intento tocar el agua mansa con mis
dedos,
y en ése movimiento poder imaginar y
recrear su rostro.
Veo en cada persona que cruzo en las
calles, las plazas y los bares;
algo de aquella persona amada.
Y ése algo me hace creer, me hace
ilusionar,
me hace saber que tal vez nos
encontremos.
Me duermo y me despierto pensando en
nuestro amor.
Un amor fundado en unos ojos, unos
labios, unas palabras
que me fascinan, me seducen y me
atrapan,
pero siempre como fantasía y no como
pura realidad.
El día y la noche transcurren de
forma cíclica
y todos mis pensamientos me llevan a
esa ensoñación,
por eso creo que mi dependencia a ese amor es
total,
sin por eso llegar a ser un karma ni
un talismán.
Este amor no es ni un trofeo ni una
carga,
tan sólo es, tan sólo transcurre;
y mi vida se sostiene en aquel
pensamiento,
siendo como el aire: necesario y
habitual
Pero si no conozco a esa persona,
y nada sé de su existencia real y
física.
¿Puedo estar idealizando aquel amor?
¿Puedo estar deseando ése sentimiento?
Tal vez ese amor exista en otra
situación,
en otro mundo, en otra realidad.
Si los sueños son otra realidad, implícita
y aparente,
¿Puedo
creerme un soñador?
CÉSAR EDERY
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